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El gobierno salió con los tapones de punta y anunció que planea privatizar la concesión del ex gasoducto Néstor Kirchner. Según sus voceros, la idea es “modernizar” el servicio y atraer inversiones para “mejorar la eficiencia”. Pero, si sos del barrio, ya sabés cómo termina esta película: pagás más, tenés menos y la guita siempre termina en los mismos bolsillos.

El gasoducto, que en su momento fue un símbolo de desarrollo nacional, ahora parece estar en remate. Prometen que la privatización traerá “beneficios para todos”, pero, ¿a quién quieren engañar? Ya sabemos que cuando hablan de eficiencia, lo que realmente hacen es ajustar para los de abajo y regalarle el negocio a los de arriba.

La jugada incluye entregar la operación a empresas privadas, con la excusa de que el estado no puede manejarlo bien. ¿Pero a qué costo? Si te suena a los ’90, no es casualidad. La historia se repite, y vos terminás pagando la fiesta con las tarifas más caras, mientras los empresarios cierran trato en sus oficinas con aire acondicionado al mango.

Desde el sector opositor y varios sindicatos ya salieron a criticar la medida, diciendo que es otro golpe al patrimonio público. Pero el gobierno insiste: “Es por el bien de todos”. Sí, claro, el “todos” de ellos, porque vos seguro te seguís cagando de frío en invierno.

Mientras tanto, en el barrio, la gente ya está pensando en comprar más frazadas y buscar leña, porque con esta privatización, calentar la casa se va a poner más caro que un asado de fin de año.

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